Donde antiguamente gobernaban reyes y príncipes, surge paso a paso una ciudad moderna y desarrollada. Un nuevo espíritu se apodera de la ciudad. El avance tecnológico, la creciente industrialización, la ciencia y el humanismo transforman la ciudad residencial en una metrópoli llena de dinamismo.

La industrialización crea posibilidades de empleo y, por ello, llegan miles de emigrantes a la ciudad al este del Imperio Alemán.

Este auge del empleo lleva a un enorme crecimiento de la población. Dresde cuadriplica su población pasando de 104.000 habitantes en el año 1852, a unos 548.000 habitantes en 1910. Dresde evoluciona hasta convertirse en una ciudad industrial y, con ello, cambian las necesidades de transporte y de la circulación individual.

Debido al enorme aumento de la población, pronto es necesario modernizar los sistemas de transporte y las calles. A partir de 1893 los tranvías eléctricos permiten a la población desplazarse rápidamente. Las bicicletas se vuelven muy populares porque son baratas, accesibles y saludables. Surgen los primeros clubes de ciclismo y, también como deporte, empieza a atraer al público. En medio de todo esto: Friedrich T. Gottschalk, quien como miembro de un club de ciclismo reconoce la gran demanda y la convierte en beneficio fabricando piezas de bicicletas. Aparece un excelente mercado para Rotax.